El pintor de la carrera octava
Con lápices de colores y cartillas infantiles, Franyesmid Medina se sienta en uno de los andenes de la carrera octava, en cercanías a la Plaza de Bolívar de Pereira. Los peatones están familiarizados con esta imagen puesto que cada semana se encuentran a este joven de 34 años que nació con una enfermedad que deformó sus huesos e impidió su normal desarrollo.
Medina sólo cuenta con el apoyo de su madre, una mujer de 71 años que trabajó hasta hace poco haciendo el aseo en las viviendas donde requerían sus servicios y de vez en cuando recolectando café, “yo trabajaba para poderlo sacar adelante”.
Hoy los dos viven de la media pensión que recibe la madre y la caridad de los ciudadanos que al ver a Medina coloreando con tanto entusiasmo, le dan algo de dinero con el que él y su madre pagan una habitación en el centro cuando no pueden regresar a Dosquebradas, y compran algo de mercado para el día a día.
“Él quiso ponerse a pintar, es lo que más le gusta hacer, con lo que la gente le da yo le compro los libritos y los colores”, afirmó doña Judith, como la llaman los comerciantes informales del sector, quienes todos los días están pendientes de ellos, y sobre todo de subir y bajar al joven a su silla de ruedas.
“La silla nos la dio una fundación para personas con discapacidad en Los Naranjos donde yo lo llevo”, anunció esta madre de tres hijos, dos mujeres que según ella “tienen que ver por su propia familia y sus nietos. No me gusta ser una carga para los demás, ellas me dicen que no me venga para el centro que me quede en la casa pero yo no quiero”.
“Doña Judith necesita que alguien le colabore porque ella es muy pobre y por la edad ya no puedo trabajar”, afirmó uno de los vendedores que se instalan en el andén a vender accesorios. El hombre reconoce la alegría de Medina quien a cada instante muestra su buen humor.
“La gente de acá lo quieren mucho, todos están pendientes de él, sobre todo cuando yo tengo que ir a hacer una vuelta, ellos me lo cuidan bien”, puntualizó.
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